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Por Leslie Ignacio

La historia de Jésica García García, joven que se ha apoyado en el activismo y sus raíces culturales para avanzar en sus estudios. Aquí les contaremos la historia.

Jésica García García, quien emigró a los Estados Unidos de pequeña, pero aun supo mantener su identidad oaxaqueña 

Jésica tiene 20 años y hoy vive en South Central. Estudia sociología en el Colegio Comunitario de la ciudad de Pasadena, pero en el 2004, ella se vino a los Estados Unidos cuando sólo tenía seis años.

“Soy nacida en la ciudad de México, pero toda mi familia es originaria de Oaxaca y estoy más cercana a mis raíces oaxaqueñas,” dice García.

Jésica, junto a su hermana y mamá se vinieron a los Estados Unidos para poder reunirse y volver a ser una familia completa con su papá.

“Mi papá fue el que primero hizo el viaje y emigró hacia los Estados Unidos para poder mantenernos a nosotros; a mi hermana, a mi mamá y a mí. En México, fue que mi mamá muy independiente y muy fuerte le dijo a mi papá que sus hijas estaban creciendo sin un papá y eso era lo que no quería ella porque ella no tuvo a su papá presente. Fue que le dijo tienes tres opciones. Una o te regresas y juntos vemos como; dos, te vas y te olvidas de que tienes una familia y sigues tu vida en los Estados Unidos; o tres, nos llevas contigo a los Estados Unidos. Mi papá le dijo dame un tiempo y fue que regresó mi papá a México,” dice García. 

“Hizo dinero y regresó, pero el dinero se le acabó muy rápido, más rápido de lo que pensó. Le dijo a mi mamá deja regreso a los Estados Unidos, hago dinero y vemos cómo para traermelas. El plan era hacerlo con documentos, pero desafortunadamente eso es muy difícil y toma mucho tiempo, así que tuvimos que hacerlo sin documentos y fue que pasamos,” explica García.

Antes de venirse de México, Jésica estaba muy emocionada y le contaba a su maestra en la escuela que ya se iba ir e iba a poder ver a su papá, aunque ella sabía que no iba poder regresar a México. Pero a ella eso no le importaba porque soñaba con estar con su papá todo el tiempo.

“Fue difícil porque me tuve que ajustar a no tener a mi mamá porque tenía que trabajar. Aunque venimos para reencontrarnos con nuestro papá, sí lo teníamos y lo veíamos, pero no era como lo que pensábamos como niñas de que íbamos a estar juntos y que íbamos a ser una familia y íbamos a estar juntos todo el tiempo, porque no. Ellos tenían que trabajar para mantenernos en este país,” dice García.

Como los miles de niños que inmigran a los Estados Unidos, Jésica tuvo que adaptarse a una nueva vida, distinta a la que ella tuvo en México. Y unas de las situaciones más difíciles fue el no saber inglés cuando recién llegó a California.

“Tenía que ir a una escuela nueva con maestros que no hablaban mi lenguaje, con amigos que no conocía y no hablaban mí mismo lenguaje. Fue algo difícil. Tengo muy bonitas memorias del sufrimiento que pasé porque muchas veces, el recuerdo que más tengo es que al hacer la tarea, estábamos mi hermana, que es mayor que yo, y yo sentadas en la mesa en la casa de mi abuelita y alrededor todos mis tíos tratando de ayudarnos a hacer la tarea. Aunque ellos tampoco sabían el lenguaje, ni habían aprendido tanto de matemáticas y todo eso aun así, allí estaban, tratando de ayudarnos,” recuerda García.

Y aunque Jésica sintió la dificultad de la adaptación a su nueva vida, ella vio cómo su hermana mayor tuvo que pasar por muchas más experiencias negativas por el simple hecho de no ser de aquí.

“Al cambio yo no tuve que pasar por eso. Yo en la middle school ya fui a clases de honores. Como que siempre fui igual que todos, me pude camuflar entre todos porque no había tanta diferencia entre nosotros,” dice García. 

Desde su llegada a los Estados Unidos, Jésica fue creciendo y fue adaptándose a la cultura americana, sin olvidar sus raíces oaxaqueñas, pero su estatus legal fue algo que ella no entendía muy bien.

“Fue algo difícil. Siempre supe que era indocumentada, pero nunca entendí lo que era esa identidad. Hasta que llegué a la high school y fue que más entendí lo que significaba ser indocumentada.” dice García.

En la preparatoria, Jésica pudo tener un puesto de interno con la organización Coalition for Humane Immigrant Rights (CHIRLA) y fue donde pudo aprender mucho más sobre su estatus de su documentación en el país. 

“Entonces, conocí a más estudiantes que eran indocumentados y allí me enseñaron mi historia con la identidad de una persona indocumentada y la historia que tenemos en este país y kind of todo lo que aún estamos pasando y todo lo que estamos luchando,” dice García.

Jésica es beneficiaria del programa DACA que es la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia y se siente muy afortunada

de poder ser una de los estudiantes que pudieron aprovechar el programa. 

“DACA para mí es tener una vida normal, por decir. En la high school pude agarrar un trabajo. Pude empezar a trabajar como todos mis compañeros, pude experimentar lo que es tener tu primer trabajo. Ahora que estoy en college, ahora estoy trabajando en una high school. Algo que yo nunca hubiera pensado que fuera posible,” dice García. “DACA fue una oportunidad, fue una oportunidad para tener una vida normal. Y you know, poder tener esa tarjetita que te ayuda mucho. Que te protege contra deportación y poder salir del estado, aunque no sea del país, pero del estado y saber que anteriormente, [no] podría haber salido.” 

“Para mí es un orgullo y siempre, siempre que me preguntan de dónde soy, yo digo: ‘Soy de Oaxaca’, con mucho, mucho orgullo porque siento una conexión tan grande con mi cultura.”

-Jésica García García

Entre más crecía, Jésica hacía más recuerdos aquí en los Estados Unidos, pero nunca olvidaba sus raíces. 

“Es un orgullo, amo mi cultura oaxaqueña, y aunque a veces muchas personas like se ríen o como que piensan menos de la cultura, de la identidad indígena. Para mí es un orgullo y siempre, siempre que me preguntan de dónde soy, yo digo: “Soy de Oaxaca”, con mucho, mucho orgullo porque siento una conexión tan grande con mi cultura.” afirma García. 

Jésica ama todo lo que tiene que ver con su cultura y raíces oaxaqueñas. Ama la comida, la danza, la música y el arte. Su cultura es algo que siempre la motiva a seguir en la vida. Quiere que su experiencia y estatus en California sea una forma de ayuda para los demás estudiantes.

“Ahorita no sé exactamente qué tan tan largo quiero ir, definitivamente quiero ir a graduate school, y seguir mi educación. No sé si sea para agarrar mi maestría o sea para agarrar mi doctorado, pero definitivamente aún quiero estar en sociología. Eso es lo que me apasiona. El ver cómo son diferentes factores que impactan la vida de una persona, y pues quiero ayudar a los estudiantes. Es como mi meta.” dice García. “Yo tuve mucho apoyo de diferentes adultos en mi vida que me impactaron y me empujaron a la educación y fueron los que me guiaron y me enseñaron a seguir amando la educación. Quiero ser una persona como ellos fueron en mi vida para otros estudiantes. Quiero ayudar a un estudiante, a inspirarlos y dejarles saber que es posible, que sí se puede y que nada es imposible si en verdad lo queremos hacer.”