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Por Alicia Alarcón

Hablar de Federico Jiménez es hablar de uno los impulsores, defensores y promotores de las culturas indígenas mexicanas más importantes de México y Estados Unidos.

Nacido en Oaxaca, de origen mixteco, fue el mayor de 7 hermanos, su infancia transcurrió entre la poca tolerancia de su padre a sus travesuras y a la responsabilidad que le daba su madre de trabajar en los más duros oficios para proveer de alimento a la familia.

A pesar de los infortunios de su niñez, Federico disfrutaba los largos recorridos que hacía junto con su madre a los pueblos cercanos para vender las prendas que ella bordaba y los vegetales que él podía cargar en su burro, producto de su trabajo en las parcelas cercanas.

Luego vino el accidente que cambió su vida para siempre. Fue una Navidad en la que asistió a una posada en una de las casas ricas de su pueblo, Tututepec; en la fiesta a todos los niños mestizos se les repartió una luz de bengala menos a él. Maravillado por aquellas luces que a sus ojos se convertían en estrellas, quiso apoderarse de una que cayó sobre la paja que rodeaba el nacimiento del Niño Dios. El incendio fue inmediato acabó con la casa de la anfitriona y las demás que seguían en la cuadra. Los presentes señalaron al único niño indígena que estuvo presente como culpable.

Ante las continuas amenazas contra su vida, los padres de Federico lo enviaron a Oaxaca con más equipaje que un cartón donde acomodaron la poca ropa que tenía. ¨Mi padre consiguió a través de un maestro que me aceptaran en una escuela que construyó el gobierno del Presidente Lázaro Cárdenas para los hijos de militares y los huérfanos. Todavía recuerdo que en medio de un abrazo que yo interpreté al principio como un acto de arrepentimiento por la dura disciplina a la que me sometió, me dijo: ¨No debes regresar.¨ Eso fue lo más doloroso para mí, recuerda con tristeza el ahora famoso diseñador.

En Oaxaca sufrió la discriminación de maestros y el rechazo de sus compañeros mestizos que consideraban inferiores a los de su estirpe. Eso no impidió para que Federico avanzara hasta la Universidad donde se graduó en contabilidad.

A la edad de 27 años conoce en una tertulia a Ellen Belber, estudiante de antropología que estaba de visita en Oaxaca. ¨Un compañero de la universidad me invitó y cuando le dije que no tenía que ponerme, me prestó un saco que apenas me quedaba. Cuando vi bajar por las escaleras a esa mujer hermosa rubia, de ojos azules, más alta que yo, nunca imaginé que se iba a fijar en mí, un pobre estudiante indígena. Yo creo que para los dos fue amor a primera vista.¨ Asegura el entrevistado.

¨Yo creo que Ellen vio en mi talentos que yo no sabía que tenía, porque lo primero que hizo fue enviarme a una escuela de diseño donde aprendí a dibujar y trabajar con distintos materiales para hacer joyería.¨ Agrega Federico.

Con la ayuda de su esposa y amigos¨ Federico importó de Taxco Guerrero plata y todos los materiales que necesitaba para hacer nuevos diseños de joyería mexicana a la que le agregó símbolos de su cultura mixteca. El éxito fue inmediato, sus joyas fueron motivo de noticia al ser adquiridos por figuras de Hollywood.

En 1982 funda la Galería ¨Federico¨ en Santa Mónica California donde se dedicó durante 17 años a promocionar el arte mexicano y prehispánico. Admirador y apoyador de los grandes Maestros plateros de México, organizó en su lugar, con gran éxito exhibiciones de pintores, escultores y de grandes maestros plateros entre la que destaca la del maestro Antonio Pineda.

En 1991, Federico hace historia en Estados Unidos al convertirse en el primer indígena mexicano elegido para formar parte de la Junta de Directores de los renombrados museos: South West Museum, Autry Museum of Western Heritage, (Ahora el National Center of the American West) y del Millicent Rogers Museum, Taos, Nuevo México.

En el 2008 Federico y su esposa Ellen Belber hacen un regalo a la población de Oaxaca, un museo que lleva el apellido de su esposa que muestra al mundo la grandeza de las culturas indígenas. ¨Mi objetivo es que cada niño indígena que visite el museo se sienta orgulloso de sus raíces y que vea que también él puede triunfar a pesar del racismo y clasismo que todavía existe en nuestro país.¨ Concluye el también filántropo.