Especial de Impulso
Facturando más de un millón de dólares de ventas anuales para grandes empresas, entre ellas Disneylandia, el Zoológico de San Diego y ciudades como Los Ángeles y Long Beach, Ricardo’s Nursery es un ejemplo del gran esfuerzo que hacen los oaxaqueños migrantes que tienen grandes sueños de superación tras llegar a este país con nada más que su tenacidad y trabajo.
Ricardo V. Ortiz García es originario de San Mateo Piñas, Pochutla, Oaxaca, de padres cafeticultores, los cuales tenían el sueño de hacer su rancho orgánico, meta que lograron a través de los años, al lograr su certificación.
“Yo crecí dentro de las plantas de café”, dice literalmente el inmigrante oaxaqueño, quien vio en un ingeniero que iba a darles pláticas e ideas de producción de café de manera orgánica, una inspiración.”
“Para mí era como un Dios porque tenía mucho conocimiento. Yo quería ser como él, hacer crecer plantas y hacerlo de una forma natural. Lo más orgánica que se pudiera. Le dije a mi papá que yo también quería ser ingeniero agrónomo y estudiar en (la Universidad) Chapingo, nada más que la condición era que si yo quería estudiar tenía que ayudarlo a trabajar en el rancho.”
“Cuando terminé la secundaria me fui un año al rancho, pero durante ese tiempo no había un libro que agarrar porque trabajaba de manera indiscriminada desde las 5 de la mañana hasta las 8 de la noche, con lámpara. No hubo tiempo para estudiar, y cuando regresé a Oaxaca no pasé el examen de admisión porque pedían más de 8 (de promedio), y yo solo saqué 8. A partir de ahí ya no quise estudiar y me dediqué a trabajar”. “Eventualmente un hermano que tenía ya en Estados Unidos me dijo: ‘vente si quieres ayudar a papá’”.
Para entonces el café ya no era redituable. Habían pasado 3 desgracias naturales: cayó granizo que quemó el café y a los dos años siguientes no llovió.
El padre de Ricardo tuvo que pedir créditos al Instituto del Café y luego créditos privados que aumentaron excesivamente su deuda.
“Era una deuda muy grande, en aquel momento, un hermano que estaba aquí se hizo cargo de esa deuda y me dijo, ‘ven ayúdame para pagarla pronto”.
El sueño de ser ingeniero se quedó enterrado completamente con la migración de Ricardo, quien en ese entones tenía 20 años.
Al llegar a Estados Unidos, Ricardo se da cuenta que tenía que hablar inglés y para ello contribuyó una amiga quien lo llevó a la escuela, después ella se desapareció y él siguió en la escuela estudiando inglés de noche y de día trabajando en una tienda de un Swap Meet.
Aprendí que todo es posible, si damos ese extra. Llegaba a las 7:30 am a la escuela. Muchos me decían: ‘¿A qué vas? si ya van a media mitad de clases’. Lo único que tenía en mente era aprender por día 5 palabras, a la semana 20 y al mes 80”. Con esa idea Ricardo siguió en la escuela aprendiendo inglés.
Aún recuerda que un 31 de diciembre cerraron la tienda donde trabajaba en el Swap Meet y se quedó sin trabajo. Compró un diccionario de inglés y empezó a aprender el idioma solo, lo que le ayudó a que fuera uno de los más avanzados de su clase.
Después de quedase sin empleo, Ricardo encontró un trabajo limpiando, en la noche, un restaurante americano a través de una compañía que prácticamente lo explotaba. Le pagaban solo 33 dólares por toda la noche haciendo lo de dos trabajadores.
El jefe del restaurante que limpiaba se dio cuenta de la injusticia, y al ver que hablaba inglés lo contrató como empleado con un sueldo de 70 dólares por día, dinero que doblaba el anterior.
“Me di cuenta de que había más oportunidades, si seguía estudiando, así que tomé cursos de superación y más clases de inglés”.
Al poco tiempo dejó ese empleo y se dedicó a la venta de vitaminas. Ahí conoció a mucha gente y empezó a viajar a diferentes lugares.
“Aprendí que si me movía habría más oportunidades, que si solo me quedaba con mi trabajito y en la casa viendo fútbol.”
“Fui muy inquieto, dejé ese trabajo y agarré otro más de chofer, porque me dijeron que iba a ganar lo que yo quisiera, en ese entonces, no había Internet y llevaba y traía entrega de paquetería de la publicidad que hacían compañías a Universal Estudios, Fox y otras compañías de cine y de televisión.”
“Trabajé muchas horas aparte de mi horario regular. Para las ocho de la mañana que era el horario de entrada ya contaba con 190 dólares en mi bolsa. Fui más allá de un sueldo”, confiesa.
Después de ese empleo, Ricardo empezó como chofer en la nursery “Garden Eva” y después de 3 meses un vendedor le dijo que se fuera a vender las plantas sin saber nada de ellas.
“Fue un reto grande para mí. Aprender otro oficio de conocer y vender las plantas”.
“El encargado me dijo: ‘Ser vendedor de plantas no es fácil, tienes que saber cuánto crecen, si florean, no florean, si es de sol o sombra y cuánta agua ocupan’.
“Me compré un libro que se llamaba Sunset Western. Ese libro fue mi Biblia. Aprendí bien como se escribía el nombre científico. Era un reto para mí. Mi ego me decía: ‘les voy a demostrar que éste ‘oaxaquita’-como me llamaban la gente que trabajaba ahí de Jalisco, Michoacán-, sí puede.
Ricardo señal que no pocos de sus compañeros no lo querían porque él hacía cosas diferentes.
El dueño del lugar le advirtió que los demás trabajadores lo iban a correr porque trabajaba más que ellos. Los 7 días de la semana, 12 horas cada día, con un suelto semanal de $700 dls.
“Hasta que me dijeron que g anaba mucho y que mejor me pagarían por sueldo”, agregó.
Una vez que aprendió a realizar sus propias ventas exigió comisión. Ya tenía sueldo y una comisión que empezó con un dos por ciento y llegó a cinco.
La meta de Ricardo era vender 10 mil dls. de plantas a la semana para hacer quinientos de comisión y quinientos de su sueldo semanales, meta que estuvo a punto de lograr quedándose solo a 50 dólares de alcanzarla, cuando en ese tiempo lo normal que recibía un trabajador era un cheque de 300 dls.
La idea de ayudar a su familia siempre estuvo en su mente, poco a poco nació su idea de que eso era realmente lo que quería ser de niño: estar en contacto con las plantas y hacer lo que hace un ingeniero, no a través de la escuela, pero si en la práctica diaria en el campo.
“La primera dueña, Eva, me llevaban a sacar basura, hacer zanjas y hoyos y yo me decía: ‘no estudie para hacer eso y andar todo mugroso”.
Al poco tiempo Anica, hermana de Eva, adquirió el negocio y Ricardo puso su renuncia, pero la nueva dueña no la aceptó diciéndole si quería más dinero para que se quedara.
Ricardo no quería más dinero, su propósito era ser vendedor con comisión y lo consiguió. Eran malos tiempos y le propuso cambios en el vivero, a los cuales al principio se negó la dueña, pero luego aceptó que pusiera casi todas las plantas en especial y a mitad de precio para obtener recursos.
“Aprendí que todo es posible, si damos ese extra.”
-Ricardo Ortiz
Ahí conoció las áreas de lo que sería su mercado: San Diego, San Bernardino, Palm Spring y Ventura, el único lugar que le faltó fue Las Vegas, de ahí todas las áreas del Sur y Norte de California hizo contacto con otros viveros para hacer ventas, unos le compraron y otros no.
Eso le ayudó a aprender más de su mercado y le insistía a su patrona que quería ser su socio, a lo que ella se oponía porque seguía en malas condiciones el vivero.
“Le decía: ‘mis comisiones, no me las pagues, compra tierra, compra botes… dame mi sueldo, con eso tengo’.
Siempre he manejado el dinero de tal manera que no gasto todo lo que gano.
“De alguna forma se fue endeudando conmigo a tal punto que me debía 35 mil dólares de comisiones. En 2006 entraron a robar aquí y entonces dijo: ‘ayúdame a vender esto’. Me dijo que me daría hasta 50 mil dólares con la comisión”.
Ricardo pensó en la comisión y empezó a buscar compradores. Encontró un par que nunca llegaron a la cita. Era una época lenta para los negocios, confiesa.
“Yo quería ver los 50 mil en mi bolsa. En enero 17 cae una helada y se muere más de la mitad de las plantas del vivero. ¡Ahora sí cierro! Me dijo, porque cada día que estaba abierto le costaba más dinero.
Ricardo le insistía que se la vendiera y la dueña le decía que cómo era posible si veía como estaba la situación. “Yo quería que fuera mío y le decía que hiciéramos pagos mensuales”.
“Te consigo 20 mil más para que te sigas moviendo y déjame pagártela mensualmente, yo le decía, y ella que quería los 200 mil”.
“No importa, déjame pagártelo mensualmente”, le insistía Ricardo, quien después de dos semanas se reúne con su patrona para comer en el restaurante oaxaqueño Guelaguetza para hablar de la venta.
“Mi hijo tenía un año. Fue entonces que ella me dijo ‘¡sabes qué!… si hay alguien le voy a vender mi negocio es a ti ¡mi amigo! Yo sé que la vas a cuidar, y quiero que esto sea para tu familia, así que ya hice un plan. Me vas a pagar 4 mil 444 mensualmente por dos años y no te voy a cobrar intereses”.
Literalmente se la puso en charola de plata. Con la voz entrecortada recordando ese gran momento que cambió su vida, Ricardo dijo: “prácticamente me la regaló. Logramos hacer el plan. Los trabajadores que estaban en ese entonces me apoyaron. Ellos me decían ¡éntrele! Fue en abril primero del 2007”.
En ese momento había 10 trabajadores, dos ellos siguen con el trabajo. Rodolfo que es el mánager y Luis, el chofer.
Para Ricardo cada uno crea sus propias oportunidades, solo que algunos no pueden verlas…
“El crecimiento más grande dicen que es cuando hay crisis”, dice el Ricardo al recordar las palabras de su exjefa quien le dijo: ‘mira… esto es una desgracia. Esto es una crisis. No puedo empezar de nuevo… tengo 51 años.
Yo le dije: ‘tengo 33. Yo sí quiero empezar ahora’. Ella veía una crisis. Yo, una oportunidad”.
Ricardo cambió el nombre del vivero a su nombre llamándolo Ricardo’s Nursery contando con más de un millón de plantas en 6 de 9.3 acres de terreno localizado en la ciudad de Long Beach, a un lado de los freeways 105 y 91.
Algunos de sus clientes son uno de los más importantes grupos de arquitectos Mármol y Granito, la ciudad de Long Beach, Los Ángeles, el Zoológico de San Diego, Disneyland, el Griffin Park, Landscaping (trabajadores de jardines) independientes y dueños de casas. Su facturación anual llega a los 2 millones de dls.
Tienen plantas de todo tipo y tamaño, de Australia, México, Arizona, California, Nueva Zelanda, África y otros lados como Oaxaca.
En su negocio se imparten talleres de plantación e injertos y sirve como escenario para diversos eventos, entre ellos, los de la comunidad oaxaqueña.