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Por Nicole Martinez y Christopher Farias

La historia de Luz Hernández, una estudiante oaxaqueña que se sobrepuso al racismo y recuperó su identidad. Aquí les contaremos la historia.

Hay 6 regiones en California que tiene comunidades indígenas grandes que vienen de Oaxaca. Estas comunidades incluyen Central Valley, Los Ángeles, los condados de San Diego y Ventura, el Central Coast y el área norte de San Francisco.

Luz Hernández vive en una de esas 6 comunidades y actualmente está estudiando en la Universidad de California en Los Ángeles. Ella aún no ha decidido qué carrera quiere estudiar, pero demuestra un gran interés en ayudar a la comunidad, sobre todo a las mujeres.

Aunque ella ahora es una mujer fuerte y segura de ella misma, no siempre fue así. A Luz le tomó mucho tiempo en aceptar que es una mujer oaxaqueña. El motivo por su negligencia sobre su cultura empezó el día que subió a un autobús.

“Recuerdo una vez cuando yo iba a la escuela, me subí al bus y una señora no más me tocó la mano y, o sea, la vi así con ¿qué quería? Y luego me pellizcó y me dijo: “um… Pinche india”, fue cuando dejé de decir que…god why am I gonna cry’”, confiesa Luz. 

La mujer que la insultó no era blanca, sino latina. Y así fue como Luz cuenta, entre lágrimas, el motivo de su rechazo a sus raíces.

“Fue lo que me sorprendió porque supe lo que significaba ser oaxaqueña, pero nunca supe que ser oaxaqueña también significaba lo mismo de ser una mujer indígena”, cuenta Luz.  

Luz no sabía que era negativo y ella cuando fue a Oaxaca, amaba la cultura, amaba la comida, la ropa, pero no era algo a que a lo que ella estaba acostumbrada. Sin embargo, no tenía sentimientos negativos hacia la cultura oaxaqueña hasta que en la preparatoria Luz experimento comentarios negativos hacia su cultura. 

“Pero siento que no más cuando estaba en high school vi tanto reproche comentarios negativos hacia la comunidad oaxaqueña y fue cuando dejé de decir que era oaxaqueña y luego empecé a decir que no más soy mexicana”, confiesa Luz, “Y cuando preguntaban de qué parte, no más les decía: “Pues de México, o de la ciudad, fue cuando dejé de decir que era oaxaqueña y dejé de juntarme con mis primos, dejé de juntarme con la familia”. 

Luz estaba enojada con la situación desagradable que enfrentó. Esta mujer la lastimó física y emocionalmente. Ella quiso hablar a la policía, pero no podía porque ella iba a camino a la escuela. Sin embargo, ella no más le contó esta historia a un indigente que ella considera un amigo. Él le dijo que la gente es ignorante y que ella no debe de esconderse. Pero ella hizo lo contrario y se escondió por mucho tiempo.

Después del trauma que sufrió en el autobús, la vida de Luz cambió. Cuando ella estaba en la preparatoria, ella admite que tenía amigos que a veces decían comentarios chistosos sobre la gente indígena, y ella se reía. Para ella, era más fácil reírse en vez que los demás se dieran cuenta que en realidad todo eso le dolía.

“Nos ven negativo porque somos de piel más oscura y luego también hablamos diferentes dialécticos y nuestra cultura es diferente”, cuenta Luz. 

Diferente fue la palabra que Luz usó para describir el momento que ella visitó San Bartolomé Quialana, el pueblo en donde nacieron sus padres. A los 19 años, ellos emigraron a Los Estados Unidos, por este motivo no le inculcaron muchas tradiciones oaxaqueñas.

Alguien que no le reprochó para nada es un profesor oaxaqueño de la Universidad de California en Los Ángeles, doctor Gaspar Rivera Salgado. Luz conoció a este profesor porque ambos trabajan en el mismo lugar. 

Un día, Luz le contó a un compañero de trabajo que era oaxaqueña y su compañero de inmediato le contó sobre el profesor Rivera Salgado. Ella se preguntó: “¿Cómo, un profesor oaxaqueño en UCLA?” No lo podía creer. El día que tuvo la gran oportunidad de conocerlo, el rostro de Luz se iluminó. La manera de que el doctor Rivera Salgado habla sobre la comunidad oaxaqueña y la pasión que tiene sobre la cultura, animó a Luz a que tuviera esperanzas de volverse
a amar.

“También trabajando para el UCLA labor Labor Center, encontré a un profesor que también era oaxaqueño y fue cuando no más hablando con él y aprendiendo de su trabajo, fue cuando empecé a volver a sentirme orgullosa de ser oaxaqueña”, cuenta Luz.

Estando en una escuela diversa, la ha ayudado a aprender y borrar la idea de que solo hay una manera de ver el mundo. Tener grupos de apoyo en la universidad crea unión y recalca un momento en el que ella vio que los latinos sí son muy unidos. Aparte, ella se siente que pertenece a un lugar donde puede aprender sobre diversas comunidades.

“Los estudiantes se identifican como latinos o chicanos estaban bien unidos, se conocían, vi que todos estaban unidos y fue cuando volví a querer decir que era oaxaqueña”, confiesa Luz. 

Aunque Luz no trabaja para el doctor Rivera Salgado, ella nos dice que la puerta de su oficina siempre está abierta. El profesor invierte mucho tiempo en los estudiantes para ayudarlos a crear un espacio donde puedan crecer. Gracias al gran apoyo de sus padres, Luz pudo ejercerse adecuadamente y logró avanzar su educación en UCLA.

Luz no creció en un hogar donde la mujer tiene que ser sumisa. Ella nos platica que tiene dos hermanas menores que han sido criadas de la misma manera. Luz se ha encargado de recordarle a su hermana menor que no debe de tener vergüenza de sus raíces.

“Mi hermana más pequeña tiene 12 años. Siento que yo me he hecho cargo de ella y con lo que he aprendido en la escuela y visitando Oaxaca y cosas que he aprendido, siento que siempre le ando recordando que es oaxaqueña, que nunca se sienta mal por ser oaxaqueña y cosas así”, cuenta Luz. 

Aunque Luz admite que de niña no pudo aprender todo sobre Oaxaca, y de adolescente sufrió mucho por ser discriminada, ahora como adulta ella tiene muchos deseos de descubrir y respirar las tierras oaxaqueñas. Luz dice que siempre que visita Oaxaca, se siente parte de Oaxaca. 

“Siento que es ahí donde quiero estar, es ahí donde quiero regresar algún día, aunque no nací y crecí ahí, cuenta Luz, “Y también no más viendo toda la gente… por ejemplo, cuando voy a Tlacolula y veo la gente en el mercado, como están todos, se saludan, se conocen, platican, están sonriendo”. 

Luz dice que Oaxaca está lleno de colores, y de personas que tienen vibras positivas.