Oaxaqueños Aprenden y Avanzan sus Raíces Musicales
Por Tomás Rodríguez
La historia de dos jóvenes interesados en la música folclórica y su camino a convertirse en directores de banda.
Ernesto Cruz y Jéssica Hernández nacieron en Los Ángeles, pero sus padres son de la Sierra Norte en Oaxaca, México. Ernesto tiene raíces en un pueblo llamado Santa Maria Xochixtepec mientras que Jéssica tiene raíces en otro pueblo llamado Santiago Zoochila que está a solo 30 minutos de distancia de Xochixtepec. Ambos tienen diferentes experiencias con su comienzo en la música.
“Desde lo más temprano que recuerdo, siempre he estado involucrada, he sido parte del ambiente musical. Mis papás tienen un video de cuando yo era bebé, todavía ni caminaba y estaba allí jugando con la trompeta de mi papá,” dice Hernán dez.
Jéssica viene de una familia de músicos. Su papá fue parte de un grupo musical de los noventa durante la era de tecnobanda. Se conocían como la Banda Juárez de Oaxaca.
“Pues yo recuerdo haber crecido con ellos, iba a los night clubs con ellos desde los cinco años. Después de allí empezó lo filarmónico,” recuerda Hernández.
Con tanta influencia en la música, no fue una sorpresa que Jéssica comenzará a estudiar música en la escuela.
“Yo no empecé a tocar hasta que estaba en el quinto grado de primaria cuando ya tenía unos nueve o diez años. Mi papá es músico, sus hermanos, mis tíos, son músicos, vengo de una familia de músicos y siempre he estado expuesta a la música,” dice Hernández.
Los oaxaqueños radicados en Los Ángeles formaron una banda filarmónica y Jéssica también formó parte de los ensayos. Pero no fue hasta la Navidad de 2000 que surgió la idea de involucrar a los jóvenes Zoochilenos de la ciudad de Lynwood, donde la mayoría de los Zoochileños vivían.
“Se encontraban mucho el pandillerismo y tenían miedo de que nosotros, nuestra generación, nos fuéramos a involucrar en ese tipo de malas influencias, malas aspectos. Mi papá y mi tío querían hacer algo para que la juventud no se fuera hacia ese lado y que se enfocara en sus estudios, pero al igual tratar de enseñarles lo que es la cultura oaxaqueña, la cultura zoochileña,” explica Hernández.
Esto fue la fundación de la Banda Nueva Dinastía de Santiago Zoochila y Jéssica fue parte de este proceso.
“Fue en abril de 2001 cuando nos juntaron a nosotros los jóvenes. Mi hermana era la más chica, en aquel entonces tenía cinco años, y los más grandes, los jóvenes, teníamos unos 12 ó 13 años, más o menos. Y [en] aquel entonces creo lograron juntar entre unos 35 ó 40 jóvenes y niños, mayormente de paisanos Zoochileños, y de allí fue que empezó la primera generación de Banda Nueva Dinastía,” dice Hernández.
Ernesto Cruz, por otro lado, tiene raíces de un pueblo llamado Santa María Xochixtepec. Fue en California, donde encontró primero su pasión por la música.
“Me cautivó más la música oaxaqueña cuando fui por primera vez a Oaxaca, de donde son mis papás, que es Santa María Xochixtepec. Es la región norte al lado de la Sierra Benito Juárez, distrito Villa Alta. Fue en 1999 cuando [por] primera vez escuché [sobre] los usos y costumbres oaxaqueños, especialmente en la sierra, y allí es cuando me introduje a la música oaxaqueña,” explica Cruz.
Durante la misma época en la que se estaba formando la Banda Nueva Dinastía de Santiago Zoochila, Ernesto empezó su camino hacia la música folclórica oaxaqueña. Él también viene de una familia de músicos.
“Aprendí música en el 2001. Aprendí música con mi familia, uno de mis primos, en ese tiempo estuvo dirigiendo la Banda de Xochixtepec aquí en Los Ángeles. Juntó niños y comenzamos. Desde entonces, inicié en la banda en 2002, al tiempo de la fiesta, en la comunidad de Santa María Xochixtepec,” dice Cruz.
Ernesto aprendió poco a poco la música, y decidió dar un gran paso cuando decidió matricularse en la preparatoria Alexander Hamilton, una escuela reconocida por su academia de música y teatro. Pero esto no fue algo fácil.
“Fue duro. Al comienzo fui [puesto] en la lista de espera, [así que] no fui aceptado inmediatamente. Tuve que ir a allí a ver si el director de la academia de música me aceptaba. Hablé con él, habló con mi papá y [le] gustó que estuvimos muy interesados en la música y de entonces, él decidió ese mismo día: ‘te acepto’,” explica Cruz.
Pero antes de entrar a la prepa, Ernesto ya estaba avanzado en la música. La banda grabó un disco en 2004 y en aquel entonces, el director escogió a Ernesto y a su primo para ser los solistas de una pieza. Con solo cuatro años en la banda, Ernesto se ganó la confianza de su familia.
“De allí creo que mis tíos, primos, se dieron cuenta de: ‘Oh, sí le interesa mucho’. Y allí es cuando me estaban enseñando un poco más. Me dijeron: ‘Esto es lo tienes que hacer y allí es cuando en el 2006 decidieron: ‘hay que apoyarlo para que se supere en la música”. Allí es cuando me dieron el cargo. ‘Dirige unas piezas, hacer las prácticas generales para las bandas’,” recuerda Cruz.
Ernesto y su carrera como músico cambió desde ese entonces. No era solo un integrante de la banda, sino el director.
“Fue como en el 2005, cuando comencé high school. La banda me dio la oportunidad de dirigir porque vieron que me gustaba mucho y vieron esa lumbre que algún día: ‘él podría ser algo’. En el 2008, tuve la oportunidad de enseñar a 26 niños de la edad de 8 hasta la edad de 26 para reforzar la banda. [Tenía] como 16, 17 y yo dándoles lecciones en música, fue muy interesante,” explica Cruz.
La Banda Nueva Dinastía surgió en 2001 en la comunidad de Lynwood, donde aprendieron las bases de la música, como el solfeo, o notas de entonación. Así habían aprendido el papá y tío de Jéssica en el pueblo.
“Empezamos así, como a ellos les enseñaron, con solfeo, como tradicionalmente se enseña en los pueblos. Solfeamos por unos 6 meses y en septiembre de ese año fue cuando empezamos a agarrar los instrumentos. Duramos unos dos o tres años aprendiendo música porque nadie de nosotros, excepto yo, que yo ya estaba aprendiendo en la escuela, sabía nada de música o muy pocos habían sido expuestos a la música oaxaqueña. Pues sí fue un largo proyecto y es hasta en el 2004, en mayo 22 de 2004, fue cuando oficialmente hicimos el debut y
ya cuando Banda Nueva Dinastía salió,” explica Hernández.
Por fin, en un salón en Lynwood, fue donde todo empezó y se hizo el debut de la banda. Ellos eran unas de las primeras bandas con jóvenes nacidos en Los Ángeles, parte de la primera generación de oaxaqueñoamericanos, algo que no se había hecho hasta entonces. El salón se llenó con bastante gente, paisanos y familiares. Tenían sus cámaras de VHS listas para grabar el debut anticipado.
“Eran tantos años desde que él inició en 2001 al 2004. Recuerdo ver las caras de nuestros padres, que a lo mejor ellos nunca se imaginaron que iban a emigrar a este país, de que iban a tener hijos o familias aquí en este país y mucho menos que iban a ver sus hijos poder tocar esa música con la que ellos habían crecido allá en sus pueblos. Se les veía en la cara ese orgullo que tenían en nosotros, sus hijos. Es lo único que recuerdo. Fue un momento muy especial,” dice Hernández.
Jéssica siguió estudiando música en la escuela como parte de las bandas dentro de su middle school y luego high school. Tenía clases de música durante el día, y luego iba a practicar con su banda en las tardes y fines de semana, también tocando en fiestas. Pero ella siempre notó una diferencia entre los dos tipos de música.
“A veces iba a los parades, los desfiles que hacíamos y los conciertos que teníamos. Musicalmente sí estaba muy involucrada en eso, pero yo siempre sentía que eran dos mundos muy diferentes. No [solo] en lo musical, sino también en la enseñanza. Así como me enseñaron en Banda Nueva Dinastía y como enseñan en el sistema escolar son dos sistemas muy diferentes y siempre vi eso,” dice Hernández.
Jéssica y Ernesto continuaron en la preparatoria, siempre involucrados en la música de la escuela y en las bandas oaxaqueñas. Ellos son los primeros en su familia en ir a la universidad, pero debido al choque de estos dos mundos, Ernesto se perdió de varias actividades escolares en su último año del high school.
“Durante high school, como a los fines de año, está prom, grad night… y yo no fui. No fui porque estuve con la banda. Había muchas veces que no podía ir a unos eventos de la escuela porque estuve con la banda, estuve aprendiendo más de la música. ¿Me enojo que no fui? ¡No! Porque fue algo para mí, que a mí me gustó,” confiesa Cruz.
Ernesto sabía que la música iba a ser parte importante de su futuro educativo.
“Después de high school, muchos no saben qué quieren hacer como carrera. En ese tiempo, yo tampoco sabía, pero la música siempre estaba allí,” dice Cruz.
Jéssica también supo que la música iba a continuar siendo parte de sus estudios, pero algunas personas se sorprendieron con su decisión.
“Cuando fue una cuestión de llenar la aplicacion, no había otra cosa para mí que quería estudiar más que la música. Me acuerdo cuando se lo platiqué a mis padres, para mi papá no fue sorpresa. Para mi mamá, pues no estaba super feliz de que yo iba a estudiar música. Ella siempre esperó que yo estudiara otra carrera, pues aquí muchos piensan: ‘Oh, puede ser doctor o maestro o abogado’, cosas así. La música no la ven como un estudio formal. Muchos lo ven como un hobby, un pasatiempo. Muy pocos saben que es un estudio, es una profesión también,” explica Hernández. “Muchos familiares también estaban sorprendidos de que yo iba a estudiar música, y yo siempre me preguntaba: ¿por qué les sorprende? ¿Qué no es más obvio de que eso es lo que voy a estudiar porque es lo único que he hecho en casi toda mi vida?”
Su propia familia trató de cambiar su decisión para que estudiara otra carrera. Pero nada cambió su decisión.
“Para mí, nunca hubo duda de que eso era lo que yo iba a estudiar… Siempre en toda mi middle school, high school, siempre mantuve todas mis actividades con la Banda Nueva Dinastía. No sé cómo lo hacía, la verdad, porque hay veces que si se juntaba las cosas, pero siempre buscaba la manera de estar involucrada,” dice Hernández.
Jéssica es la mayor hermana en la familia. Como muchos estudiantes de primera generación, no sabía mucho del proceso para solicitar ingreso a la universidad, pero ella ya estaba acostumbrada a hacer preguntas y buscar soluciones.
“Desde muy joven, mi papá, bueno ahora se lo agradezco, pero como me caía gordo que de niña siempre mi papá me decía: ‘Pues ve a preguntar’, y “Ve, pregunta cómo hacer eso”. Pues era niña, me daba pena ir a preguntar, pero gracias a eso, yo iba a centros cuando había workshops. Iba para ver qué tenía que hacer para entrar a una universidad, qué es el proceso, dónde voy a conseguir dinero, financial aid, FAFSA, todo eso,” explica Hernández.
Jéssica recibió apoyo de sus maestros en la prepa, pero como ella quería estudiar música, los maestros no conocían el proceso para solicitar en una escuela de música. Uno de los requisitos era que tenía que presentar una audición.
“Yo nunca había hecho una audición en mi vida. Cuando me mandaron la lista de canciones que recomendaban que nosotros tuviéramos preparadas para la audición, yo nunca había escuchado de eso. Estamos hablando de música clásica. Sí había escuchado de los nombres Beethoven y Mozart, Dvorak… y todo eso pero yo no crecí escuchando esa música,”dice Hernández. “Yo crecí escuchando sones y jarabes, y cuando vi la lista dije: ‘Oh my goodness’, ni sé qué es esto: obertura número 2 de equis persona. Yo me quedé como ‘wow, no sé qué hacer”, pero pues en aquel entonces creo que ya estaba saliendo YouTube, me puse a buscar, me puse a estudiar.”
Jéssica solicitó ingreso a varias universidades, pero la escuela que más le cautivó fue la Universidad de California en Riverside. Se sintió en casa porque la hicieron sentir bienvenida y eso la ayudó a decidir ingresar a esa universidad.
“Recibí mis ofertas, mis acceptance letters y todo eso, y cuando llegó tiempo de decidir a dónde me voy a ir, pues la verdad nunca se me olvidó esa primera audición de Riverside. Nunca sentí esa amistad, ese cariño, eso de que saben quién soy en otras escuelas como lo sentí en Riverside,” confiesa Hernández.
Ahora, en su último año en la prepa, llegó uno de los momentos más ocupados para Jessica. En julio de 2006, la Banda Nueva Dinastía viajó a Santiago Zoochila por primera vez en la historia de la banda.
“De hecho, el año que yo me gradué de la high school en 2006, ese julio fue cuando la banda tomó su primer viaje a Santiago Zoochila. Ese año, ese verano, esos meses, fue mucha actividad porque me gradué de la high school, después tuve que ir a mi orientación a UC Riverside, después tenía que prepararme para el viaje de Zoochila. Fuimos a Zoochila por tres meses y a las dos tres semanas, me tuve que preparar para empezar Riverside,” explica Hernández.
Una costumbre en los pueblos de Oaxaca y de México es la celebración de las fiestas anuales, conocidas como fiestas patronales. En Oaxaca, el pueblo recibe a varias bandas de otros pueblos y en este caso, el pueblo de Zoochila estaba esperando a este grupo de jóvenes de Los Ángeles.
“Recuerdo esa primera vez, casi todo el pueblo llegó a recibirnos esa tarde que llegamos. Había tormenta y a pesar de eso, toda la gente salió para recibirnos porque pues era la primera vez de que una banda de Los Ángeles iba para Oaxaca. No sabíamos qué esperar… al ver a la gente allí, emocionada de vernos. Igual [para] muchos de los jóvenes de la banda era la primera vez que iban al pueblo. Muchos de ellos no conocían a sus abuelos o sus otros familiares que estaban allí en el pueblo. Fue algo muy especial,” relata Hernández.
Jéssica se alistó para empezar una nueva etapa en su vida en UC Riverside. En el 2008, Ernesto fue aceptado en la Universidad del Estado de California en Northridge. Él estaba listo para obtener una licenciatura en educación de música. Pero no fue tan simple.
“La maestra, Doctor Julia Heinen, fue mi profesora de clarinete. Mi primer año inicial, yo no sabía que eran lecciones privadas, no sabía cómo practicar, no sabía qué era una banda sinfónica. Fue muy duro, pero mi maestra no se enojó. Ella sabía de dónde venía, sabía que la oportunidad no estaba para mí porque cobran mucho para dar lecciones privadas. Ella sabía de qué lugar yo había venido y me dio más ánimo ella, y me dijo: ‘tú lo puedes hacer, no te rindas y sigue’,” explica Cruz.
En Northridge, los estudiantes tienen la oportunidad durante los exámenes finales de cada semestre de cambiar de programa dentro de la escuela de música. Pero para hacer esto, Ernesto tuvo que tocar piezas con su clarinete en frente de sus profesores. El pasó el examen y Ernesto ahora se había convertido en un solista. Esto le abrió más puertas.
“El segundo año estuve en la Orquesta Sinfónica de Northridge y también en la Banda Filarmónica de Northridge, que es el wind ensemble, las mejores bandas aquí. Me tocó el tercer asiento de seis clarinetes y muchos eran estudiantes que estaban sacando sus maestrías y que están a nivel avanzado. Yo tuve esa oportunidad de llegar allí. Al segundo semestre es cuando me tocó con la orquesta ser el principal clarinet y allí poco a poco estuve mejorando. Tuve la oportunidad de hacer competencias con el International Clarinet Association (ICA),”relata Cruz.
Las responsabilidades de Ernesto en la música fueron creciendo bastante rápido. Era el director con su banda oaxaqueña y estaba superándose en sus estudios como solista en la universidad, pero algo cambió su vida para siempre.
“Para el tercer año, me casé y tuve mi hijo. Tuve a mi hijo en el segundo semestre. Muchos pensaron que porque iba a tener [a] mi hijo, iba a parar. Todos dijeron: ‘Pues ya, ya no va seguir Ernesto con la música’,” dice Cruz.
Al contrario, Ernesto siguió estudiando, aunque esto significó que tuvo que balancear tres cosas a la misma vez. Sus últimos dos años en Northridge fueron difíciles, pero Ernesto aceptó que la vida nunca sería fácil.
“Continué. Había muchos proyectos, había muchas cosas. Yo no pude ver [a] mi hijo crecer, pero a la vez, como siempre me dice mi papá: ‘Es un sacrificio y a veces tienes que sacrificar un poco de tiempo de estar con la familia para mejorar’ y eso fue lo que pasó varias veces. Para que no diga la gente: ‘Oh, pues tu vida fue perfecta’. En una vida no hay una perfección, siempre hay cosas que uno tiene que superar, y eso fue una cosa cómo balancear la familia, la escuela, el trabajo, ya que tenía que traer dinero para la familia,”explica Cruz.
Ernesto estuvo tocando con la banda Santa Maria Xochixtepec por varios años como integrante y luego director. Fue hasta que en su último año en Northridge que él tuvo que dejarla porque sus responsabilidades como padre y estudiante lo forzó a que se enfocara en cosas más limitadas.
“Perdí la comunicación completamente. Mi papá todavía está con la banda y él siempre me decía: ‘Ya sé que es importante ir a la escuela, pero cuando tengas chance, ven, no te van a decir que no’. ‘Yo ya sé, papá, pero ahorita tengo que enfocarme más en mi escuela,’” dice Cruz.
Se reunió con la banda para hablar con ellos sobre su decisión.
“Yo fui francamente honesto con ellos, y les dije: ‘Mira, no es que no quiero, es que no hay tiempo. Estoy estudiando, tengo mi familia, pero si me esperan, yo les prometo, voy a regresar’. No los voy a dejar así, porque sin ellos, sin esa cultura oaxaqueña, yo no hubiera [tenido] esa oportunidad de estudiar música,” dice Cruz.
Pero a pesar de parar de tocar con su banda, se enfrentó con otra decisión. Su pasión por estudiar más lo puso en una situación incómoda cuando se acercaba su graduación en Northridge.
“Antes de que me graduara, estuve pensando muy bien si era conveniente ir directamente a mi maestría o trabajar y dar de comer, dar un techo, algo pa’tras a mi familia, mi esposa, mi hijo. La buena cosa es que mi esposa me dijo: ‘Tú tienes que continuar. ¿Cómo vas a parar nomás allí? Sacar tu licenciatura y no sacar tu maestría,’” dice Cruz.
Con el apoyo de su esposa, Ernesto nunca miró hacia atrás. Fue aceptado en el Instituto para las Artes de California, o CalArts, una universidad reconocida internacionalmente por sus programas académicos en música, teatro, arte y cine. Ernesto se enfrentó con mucho más trabajo.
“Esos dos años sí fueron unos de los más difíciles. No dormía, había muchas prácticas, había muchas tocadas, había muchas cosas que tenía que hacer, y la familia casi no los veía. Había veces, cuando yo tenía que traer a mi hijo a la escuela, y él estaba conmigo en las clases,” recuerda Cruz.
A pesar de los sacrificios que Ernesto tuvo que imponerse para tener éxito en la escuela, él fue uno de los pocos latinos en la universidad de CalArts.
“La mayoría de los estudiantes son güeros. La comunidad latina, nacidos aquí, no eran muchos. Había estudiantes internacionales que iban a estudiar allí. Estudiantes que vinieron de la pobreza, viviendo por South LA, viviendo por Watts, viviendo por Compton. No había eso. Yo fui el único… el único que estaba en la escuela de música que tenía todo eso, que era first generation, low income y el oaxaqueño,” relata Cruz.
Después de 6 años en la educación superior, Ernesto se graduó con su Maestría en Bellas Artes en el 2015.
Desde la primaria, Jéssica siempre estuvo involucrada en la música. Y ahora que estaba en UC Riverside, tenía la oportunidad de conocer y aprender más sobre la música. Al igual que Ernesto, ella estuvo muy involucrada en las bandas de la escuela.
Pero aunque UC Riverside está a casi una hora de distancia de Los Ángeles, Jéssica siguió muy involucrada en la Banda Nueva Dinastía, balanceando esto con su clases y tareas.
“Era muy difícil, dormía —si podía— nomás cuatro horas cada noche. Era lo más que podía dormir porque me la pasaba estudiando o me la pasaba ensayando, o me la pasaba regresando a Los Ángeles para estar con Dinastía. En aquel entonces, sí recuerdo que teníamos muchas actividades musicales con Dinastía, tocábamos casi every other weekend, dos o tres veces al mes, para acompañar a otros pueblos. Y en aquel entonces, no había tantas bandas como hoy en día,” explica Hernández.
En aquel entonces, había menos de 10 bandas oaxaqueñas en Los Ángeles, incluyendo la Banda Santa Maria Xochixtepec. Ahora hay más de 20.
“Hoy sobran bandas, pero [en] aquel entonces, no había. Había esa necesidad de que las bandas fueran a participar, a veces tuve que sacrificar ciertas cosas. Tuve que sacrificar cosas en la escuela por Dinastía, o sacrificar cosas de Dinastía por la escuela,” dice Hernández.
El horario de Jéssica estaba llenísimo, pero nunca se dio por vencida.
“Yo nunca tuve tiempo para mí misma. Dormía muy poco. A veces sí me estresaba bastante tratando de balancear todo, especialmente los eventos. Cuando tenía un evento de la escuela y Dinastía [pensaba] ‘¿Cómo le voy a hacer? Estoy tratando de estar en dos lugares al mismo tiempo’. Era imposible, pero buscaba la mejor manera. Fue difícil, pero se hizo lo que se pudo,” explica Hernández.
Todo su trabajo en UC Riverside culminó con su senior recital, donde estudiantes de último año tocan lo que han aprendido. La mayoría de los estudiantes tocan piezas clásicas con un acompañamiento de piano. Jéssica tuvo que hacerlo de
manera diferente.
“Yo no me siento yo si no puedo tocar lo que por tantos años crecí [tocando], mi música oaxaqueña. Entonces tuve que hablar con mi profesor, mi advisor, le dije: ‘voy a hacer el recital, pero no puedo hacerlo puro clásico,’” dice Hernández.
Jéssica creció con la música oaxaqueña y la música tradicional que se enseñaba en las escuelas, pero siempre había separado estos mundos musicales, hasta este momento.
“Tal vez siempre separé mis dos mundos: mi mundo escolar musical y mi mundo música oaxaqueña, pero a este punto, ya no puedo dejarlos separados. Esos dos mundos ya se están empezando a unir y no puedo no presentar esto en mi examen final,” dice Hernández.
Para la primera parte de su recital, Jéssica tocó unas piezas tradicionales, pero para la segunda mitad, trajo a la Banda Nueva Dinastía para tocar unas piezas también. Algo así nunca había pasado en UC Riverside.
“Para Riverside, me acuerdo que [en] aquel entonces fue algo que nunca habían visto: un ensemble así, de jóvenes, un ensemble tradicional de Oaxaca. En aquel entonces mis profesores me dijeron: ‘¿Por qué apenas está diciendo?’ Les digo: ‘Nunca se habían mezclado mis dos mundos, pero yo como persona no me sentía bien, no exponer eso,’” relata Hernández.
Aunque esto pasó en el momento justo cuando se iba a graduar, Jéssica se sintió orgullosa de que los músicos oaxaqueños fueran reconocidos como importantes en la música.
“Ya estamos recibiendo ese reconocimiento de que también somos músicos oaxaqueños. Tal vez no estamos estudiados clásicamente o tradicionalmente, como aquí en Estados Unidos en western music, pero eso no significa que no tengamos esa capacidad musical,” afirma Hernández.
A la hora de su graduación, Jéssica estaba contenta de obtener este logro, porque lo hizo para su comunidad, su familia y su banda.
“Pero sí siento esa presión de que si yo fallaba, todos fallábamos porque como muchos me decían: ‘Los jovenes zoochilenos son niños chiquititos. Te ven a ti como un role model.’ Siempre tenía eso en mente. Digo: ‘Oh, my gosh, si fallo yo, qué van a pensar de mí o qué idea les voy a dar a ellos, que a lo mejor no se puede’. Eso es lo que yo siempre tenía miedo y llegar a esa graduación y de haber logrado eso, para mí fue muy importante para mi comunidad, de decir que sí se puede,” dice Hernández.
Ernesto se graduó de CalArts en 2015 y pasaron tres años desde que él dejó de dirigir la Banda de Santa María Xochixtepec.
“Hablé con mi esposa. Le dije: ‘Mira, ya, yo creo que ya puedo hacer otro proyecto e incluir la banda ahora a como estamos ahorita”’. Mi esposa fue muy alentadora en todo lo que hice y dijo: ‘Está bien’. En el 2014 por allí, regresé pa’tras con la banda,”
dice Cruz.
La gente decía que la Banda Santa María Xochixtepec ya no era como antes, que les faltaba un director fijo. Era el momento perfecto para que Ernesto regresara y tomará de nuevo la batuta. Se reunió con la banda en la escuela donde siempre practicaban.
“Les dije: ‘Ya sé que no he estado con ustedes por tres años y les dije que iba regresar, y aquí estoy. Ahora qué vamos hacer, qué es el proyecto’. Pues me dijeron que en tres semanas teníamos una audición con la comunidad de Yalina,” dice Cruz. “De allí se iniciaron las prácticas. Les dije: ‘Saben que yo ya soy de estudio y les voy a pedir más. Ustedes saben música, pero tienen que tener alguien que les empuje para que aprendan más.’ Es lo que hice.”
En el caso de Jéssica, ella ya era parte de la dirección de la banda desde su último año como estudiante en Riverside, pero el tamaño de la banda se había reducido.
“Todavía está la primera generación, pero igual yo fui de esas primeras personas, de esa primera generación, que empezó a salir. Así como yo salí a estudiar, ya después muchos empezaron a salir a estudiar, y poco a poco la banda empezó a perder elementos,” explica Hernández. “Mi papá, mi tío y yo pues dijimos: ‘Tenemos que empezar otra generación, tenemos que empezar a enseñar jóvenes otra vez porque desde que esa primera generación se formó en el 2001, no habíamos empezado con otros muchachos jóvenes.’”
La transición de integrante a directora no fue del todo fácil.
“Ser un músico y después tomar esa dirección son dos cosas muy diferentes porque ser buen músico no significa que vas a ser buen maestro, que vas a ser buen director. Son cosas muy diferentes, muy distintas,” dice Hernández.
Pero no se trató solo de la transición, sino también del respeto hacia Jéssica porque ya no era la niña que empezó con la banda, hacía más de una década.
“Muchos de esos jóvenes me veían a mí como compañero y tomar esa dirección fue difícil porque a veces siento que no me tomaban muy en serio. Algunos siempre te van a ver como esa niña. Nunca te van a ver como esa persona adulta que tiene esa capacidad de hacer ciertas cosas. Después está el aspecto de que soy mujer, pero es otro tema completamente con sus propias challenges,” explica Hernández.
Pero ahora como directora de la banda, Jéssica estuvo lista para esta nueva etapa con la banda. Había estado expuesta a la educación tradicional de música, pero no se olvidó de sus costumbres oaxaqueñas. Decidió incorporar ambas en su propio estilo de enseñanza.
“Yo ya había vivido los dos mundos, yo ya estudié los dos mundos. Entonces, empecé a formar un sistema. El aprender música es como aprender un lenguaje completamente nuevo porque tienes que aprender a leer música, ritmos, notas, todo eso. Es muy diferente. Los niños tienen una gran capacidad mentalmente que captan las cosas bien rápido. Eso es lo que me encanta de poder trabajar con niños,” explica Hernández.
Además de la música, Jéssica usa los ensayos para enseñar a los jóvenes y niños más sobre su cultura y raíces.
“Siempre platicarles de su pueblo, de su historia, de su origen, de Oaxaca, cosas así. Lo más importante que yo veo es el lenguaje. Yo no aprendí el zapoteco, que es la lengua materna de allá de nuestro pueblo, pero sí aprendí español. Español fue mi primera lengua, pero también otra cosa que yo me estoy dando cuenta, es que muchos jóvenes aquí ya no están hablando el español,” dice Hernández. “Cuando les enseño música, se los enseño en español. Eso para mí es muy importante porque si yo no les enseño tan siquiera español en ese aspecto, van a perder ese español.”
La banda Santa Maria Xochixtepec había participado en varias fiestas con el regreso de Ernesto a la banda. Hasta celebraron su 40 aniversario en 2016. Una conexión de UC Riverside iba a conectar a las bandas de Ernesto y Jéssica por tercera vez, pero ahora como directores de sus bandas por primera vez.
“Allí es cuando la doctora Xóchitl Chávez de la universidad UC Riverside nos contactó que quería hacer un proyecto, tipo audición, para las bandas. Se ha hecho presentaciones oaxaqueño, tipo Guelaguetza, por Santa Cruz, Fresno, UCLA, Long Beach, Arroyo Seco, Normandie Park, pero nomás se enfoca en la danza, los grupos folclóricos,” dice Cruz.
Aunque estaba sorprendido por el tipo de evento, a Ernesto le encantó la idea. La doctora Chávez es profesora de UC Riverside y coordinadora del evento. Quiso presentar la música y cultura oaxaqueña a la comunidad de UC Riverside.
“La gente confunde lo que es Banda de Sinaloa, Durango, y esta es una manera para ver la diversidad y también la creatividad que tienen las comunidades oaxaqueñas. Hoy acabamos de escuchar lo que son sones, danzones, vals, mazorcas. Lo que es de influencia pues europea, pero lo que escuchamos dentro de esa música también son ritmos indígenas,” explica la doctora Xóchitl Chávez.
El evento marcó la primera vez que hubo una audición de bandas filarmónicas en UC Riverside y Banda Nueva Dinastía también tocó.
Jéssica explica que estos tipos de eventos dan otra dimensión y significado a la música oaxaqueña.
“Sí nos habían invitado a ciertos eventos así, pero nunca nos habían dado ese aspecto musical. Siempre lo ataban más con otras cosas como con la Guelaguetza o con las danzas, pero nunca nos enfocan a nosotros como la banda, como los músicos. Detrás de toda tradición está la música, pero mucha gente da por más a los músicos y a la música,” dice Hernández.
Ernesto ha visto crecer la bandas en Los Ángeles, y poco a poco estas han inculcado las tradiciones oaxaqueñas, especialmente zapoteca, dentro de la comunidad.
Ernesto y Jéssica fueron parte de la primera generación de músicos oaxaqueñoamericanos. Ambos tocan el clarinete, pero ahora, como líderes y directores, su trabajo es enseñar sus tradiciones a la nueva generación.
“La cultura es la queremos perseverar y los niños [deben] continuar con eso porque un día ya no van a estar los que en realidad sabían mucho de la cultura. Por lo menos nosotros todavía la estamos preservando, haciendo todas estas fiestas, haciendo todos estos eventos, dando clases de música para que ellos aprendan,” dice Cruz.
Los Ángeles tiene comunidades grandes que son oaxaqueñas. Ernesto explica que hay recursos para que la nueva generación aprenda, pero la clave está en exponer la cultura oaxaqueña a los niños desde una edad pequeña.
“Estuve hablando con un maestro porque hay muchos niños que no se interesan en la música o en los usos y costumbres de Oaxaca. Hay muchas cosas aquí en Los Ángeles, pero si uno no las introduce o si no los llevan de pequeño, no van a saber,” dice Cruz.
Como padre, Ernesto ha hecho esto con su hijo y tiene planes más grandes para él en el futuro. Él quiere que sepa más de la cultura de sus padres.
“Él sabe que él es de Oaxaca. Él usa sus huaraches. No he ido a Oaxaca, el plan es ir este año, si no, el próximo con la banda y nos vamos a ir con toda la familia. Como mi esposa es de El Salvador, mi hijo tiene que saber de las dos culturas. Él también tiene que saber: ‘¿de dónde vinieron mis abuelitos?, ¿qué usos y costumbres hicieron allí?’ Si uno lo introduce de pequeño, les gusta, pero eso sí, de no forzarlos, porque si uno los forza a hacer las cosas, no lo van a querer hacer,” explica Cruz.
Ernesto le da todas las gracias a su cultura vibrante y como parte de la primera generación en la música y en la educación superior, él quiere hacer todo lo posible para dar lo que él ha aprendido y logrado a esta nueva generación.
“Yo soy oaxaqueño, soy educado, sé música. Yo quiero dar pa’ tras lo que Oaxaca me dio a mí. Me dio mi cultura y dárselo para atrás para que haya más estudiantes oaxaqueños pursuing esa carrera de música porque no hay muchos, y eso no es justo,” dice Cruz. “Oaxaca tiene muchos músicos y no es justo que ellos no tengan esa oportunidad. Yo puedo decir que yo di para atrás para que estudiantes aprendieran más y digan: ‘Oh, ¡qué bueno que alguien vino para enseñarme, para que me prepare para hacer esas audiciones para ir a las universidades y sacar una carrera de música!’
Para Ernesto, las responsabilidades de ser un músico oaxaqueño no son sólo saber las piezas musicales o notas de música.
“Ser músico oaxaqueño es ser alguien que sabe sobre su cultura, alguien que tiene que saber los usos y costumbres y alguien que no tenga miedo y que siga adelante. Si no te das por vencido, vas a superar y vas a ir a lugares que uno nunca pensaría,” afirma Cruz.
Jéssica también sabe que esta nueva generación de músicos va a mostrar su cultura musical al mundo como nunca antes.
“Nuestra música oaxaqueña apenas está siendo expuesta al mundo entero y yo pienso que apenas estamos abriendo ese camino. Yo sé que los que vienen van a abrir ese camino más,” asegura Hernández.